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Francisco Aguado, el torrejonero que se convirtió en predicador de Felipe IV y confesor del conde-duque de Olivares

Hoy traemos la historia de uno de los torrejoneros más influyentes del siglo XVI: el jesuita Francisco Aguado, quien llegó a convertirse en predicador del rey Felipe IV y confesor de Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, más conocido como el conde-duque de Olivares, durante 14 años.

Francisco Aguado nació en Torrejón de Ardoz en 1571 y falleció en 1654. Ingresó en la Compañía de Jesús el 12 de abril de 1589, siendo ya maestro en Artes por la Universidad de Alcalá. 

Dejó la docencia por salud y eso fue lo que hizo que, dentro de los jesuitas, se dedicase a la formación de novicios y funciones de gobierno en las principales casas y colegios de la Provincia de Toledo, y al gobierno de toda ella en los años 1627-1630 y 1643-1646. 

“Sus excesivas penitencias acentuaron su carácter introvertido y testarudo. En dos ocasiones fue elegido delegado de su provincia a Roma. Como confesor del conde-duque desde 1631 hasta 1643, fue censurado por los opositores a la política del omnipotente válido. Algunos, como el duque de Híjar, se sirvieron de un panfletario, el jesuita Pedro González Galindo, para pedir al padre Aguado que abandonara su oficio de confesor. Galindo, a juicio del teólogo Juan Martínez de Ripalda (SI), confesor y defensor del conde-duque después de su destierro, era conocido por sus locuras, temeridades y pocas letras”, señalan desde la Real Academia de la Historia.

Aguado fue también predicador real, y portavoz con frecuencia ante los ministros, y especialmente ante el conde duque del pensamiento del padre general Vitelleschi en los asuntos de mayor importancia. Entre sus escritos se cita como notable el que lleva por título Exortaciones doctrinales.

En el libro ‘Torrejón de Ardoz: una historia viva’ se relatan más aspectos de su vida. Por ejemplo, cuando fue destinado al Colegio Imperial de Madrid, donde desempeñó oficios domésticos, entre ellos auxiliar de enfermero, de cocinero, etc. Tras estos menesteres cantó su primera misa el día de Navidad de 1596. 

Falleció en 1654 y fue enterrado en la bóveda de la Iglesia de los Jesuitas en Madrid, bajo el altar mayor, y con la asistencia de las más destacadas personalidades de la Corte.

Obras escritas por Francisco Aguado

De la muerte y virtudes del Padre Juárez (Alcalá, 1625), Del Perfecto Religioso (Madrid, 1629), El Cristiano Sabio (Madrid, 1638), Sumo Sacramento de la Fe (Madrid, 1640), Carta a los Superiores de la Provincia de Toledo (Madrid, 1653), Apólogos Morales (Madrid, 1641), Misterios de la Fe (Madrid, 1641), Vida del Padre Juan de la Palma (Madrid, 1643).

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