La torrija es el dulce por excelencia de la Semana Santa, aunque en los últimos años estén cobrando protagonismo otros también propios de estas fechas, como los pestiños o las monas de Pascua.
Surgió de los fogones de conventos y palacios del siglo XV, y de ahí a los hogares de todos los madrileños, que aprovechaban así los restos de pan que había por casa reconvirtiéndolo en un delicioso postre casero.
“A principios del siglo XX se empezó a degustar en las tabernas madrileñas y se
tomaban en las barras junto a un vino”, aseguran desde la Asociación de empresarios artesanos del sector pastelería de Madrid, ASEMPAS.
Actualmente, a las tradicionales humedecidas en leche o vino se han sumado otras novedades que dan muestra de la versatilidad de este postre, que se puede encontrar incluso relleno o cubierto de mermeladas, cremas o chocolates.
Se puede utilizar ralladura de limón, miel, azúcar, nata, crema pastelera… Sin embargo, la especia imprescindible es la canela. Más recientemente se han elaborado variedades vegetarianas que sustituyen la leche de vaca por leche de soja y los huevos por harinas de garbanzo, soja u otras leguminosas.
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