El 1 de mayo de 1981 se produjo la primera víctima mortal por envenenamiento masivo que se registró en España como consecuencia de la adulteración de aceite de colza. Fue Jaime Vaquero, un niño de tan solo 8 años de edad que murió en manos de su madre, tal y como cuenta RTVE.
Su madre, Carmen Vaquero, que habló años después para la cadena, recordó que falleció a poco tiempo de llegar al Hospital La Paz de Madrid y que no pudieron hacer nada para salvarle la vida. Según la cadena, la familia vivía en una barriada en Torrejón donde, de la noche a la mañana, empezaron a enfermar numerosos vecinos. Aunque no se sabía a ciencia cierta cuál era el origen, surgieron algunas teorías que ponían el foco en la base aérea. No sería hasta el mes de junio cuando se descubrió qué era lo que causaba que tanta gente enfermara.
En 1989 el Tribunal Supremo de España consideró probada la relación de causalidad entre la ingesta de aceite de colza desnaturalizado y la enfermedad, condenando a los industriales responsables de la distribución y comercialización de este aceite, y al Estado como responsable civil subsidiario. Según la sentencia, el aceite de colza, desnaturalizado para uso industrial, fue desviado conscientemente y por “un desmedido afán de lucro”, al consumo humano.
Esta epidemia tuvo tres fases clínicas diferentes: la fase aguda en la que los afectados presentaban una “neumonía atípica”; la fase intermedia en la que aparecían síntomas mas graves como tromboembolismos, hipertensión pulmonar, calambres y mialgias (dolores musculares) intensos.
Y, por último, la fase crónica caracterizada por hepatopatía (término general para las enfermedades del hígado), esclerodermia (que se produce por el endurecimiento y la fibrosis de la piel), hipertensión pulmonar y neuropatía (término general para las afecciones nerviosas).
Más de 20.000 afectados
Según apunta la Unidad de Investigación sobre el Síndrome del Aceite Tóxico, el número total de personas incluidas en el censo de afectados con Síndrome del Aceite Tóxico (SAT) fue de 20.643 personas siendo la proporción de mujeres y de hombres de 1,5/1 y afectando a todos los grupos de edad.
El SAT es una enfermedad crónica que afecta aún en la actualidad a un elevado número de pacientes que presentan secuelas severas pulmonares, cutáneas y neurológicas. En cuanto a la mortalidad de esta cohorte en los primeros 18 meses desde el comienzo del brote, cerca de 400 casos habían fallecido y en la actualidad se han registrado más de 3.800 fallecidos por todas las causas. Al tratarse de una enfermedad nueva, su evolución a largo plazo es desconocida, por lo que el seguimiento de estos pacientes es muy importante.
Desde la Plataforma Seguimos Viviendo denuncian el abandono que han sentido los afectados por SAT. “En este 2022, llevamos padeciendo nuestra injusta enfermedad, resultado de un envenenamiento, que jamás debió producirse hace 41 años”, lamentan desde la plataforma.
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